Al concluir su carta a Timoteo, Pablo le encomienda que huya de los pecados que atrapan a tantos pastores, como la búsqueda del dinero. Y lo anima a buscar la justicia, la piedad y cosas similares.

No basta con huir de algo; también tenemos que buscar algo.

Pablo le implora que pelee la buena batalla de la fe. Mantener la fe es una lucha. Aparentemente, Pablo no cree que suceda por sí solo. Pero es algo por lo que hay que luchar. También le encomienda a Timoteo la responsabilidad de "echar mano de la vida eterna" que viene con la buena confesión de fe.

Es evidente que Pablo no asume que uno puede llegar a la meta de la fe sin esfuerzo, sino que debe perseverar hasta el final.